“…en la salud y en la enfermedad…”
Las palabras resonaron en la cabeza de Martah Jane que abrió los ojos lentamente. Tardó un poco en enfocar la vista y, cuando lo hizo, comprobó que todo esta recubierto de flores. Flores que no había visto nunca.
“…hasta que la muerte os separe?”
Martah giró la cabeza. Junto a ella estaba el Doctor Serio vestido con frac. Qué raro. ¿Por qué no estaban en la TARDIS? Frente a ella se encontraba un extraño ser embutido en lo que parecía una sotana.
-Yo os declaro marido y…
-¡Eh, eh, eh! ¡Para el carro! ¡DOCTOOOOOOOOR!
Anteriormente…
-¿A dónde vamos ahora? ¿Raxacoricofallapatorius? Son muy buena gente allí. También podemos visitar la Guerra Civil española y decirle a Franco que se deje bigote.
El Doctor hablaba y hablaba. Martah le miraba con las cejas arqueadas, pensando.
-¿Qué le parece si visitamos a Sir Arthur Conan Doyle? Quizás su vida sea tan interesante comoaaaAAAAAHHHH.
Todo se volvió oscuro.
“…en la salud y en la enfermedad…”
Las palabras resonaron en la cabeza de Martah Jane que abrió los ojos lentamente. Tardó un poco en enfocar la vista y, cuando lo hizo, comprobó que todo esta recubierto de flores. Flores que no había visto nunca.
“…hasta que la muerte os separe?”
Martah giró la cabeza. Junto a ella estaba el Doctor Serio vestido con frac. Qué raro. ¿Por qué no estaban en la TARDIS? Frente a ella se encontraba un extraño ser embutido en lo que parecía una sotana.
-Yo os declaro marido y…
-¡Eh, eh, eh! ¡Para el carro! ¡DOCTOOOOOOOOR!
El Doctor Serio se despertó con una sacudida de la cabeza. La boina sónica se activó sola y unos cables que había sobre él se cortaron dejándolo todo a oscuras.
-¿Qué ocurre? –preguntó, confundido.
Las luces se volvieron a accionar y el Señor del Tiempo y su acompañante se giraron para comprobar que se encontraban en una sala ricamente decorada. Frente a ellos, un altar y un reverendo espacial. Tras ellos, varias hileras de sillas. En ellas, sentados, alienígenas de la misma raza que el oficiante.
-¿Podemos seguir con la ceremonia?
-¿Ceremonia? ¿Qué ceremonia?
-Doctor, no te enteras de nada… ¡Nos estaban casando!
-¿QUÉ? Si no acepté hacerlo con Marilyn cómo voy a aceptar hacerlo con… Ejem –la mirada de Martah lo dijo todo-. Es decir, ¡cómo nos van a casar sin avisar a la familia!
-No hace falta. Nosotros somos suficientes.
-Que no, que no. Que aquí la Martah Jane tiene familia. ¡Y no queremos casarnos! ¡Que nos acabamos de conocer!
-De acuerdo. Lleve a los novios al vestidor. Allí podrán convencerse de su casamiento.
-Pero que no queremos… Oiga, suélteme. Que me suelte le he dicho. ¡Oimmpffff!
-Tócame y te vuelo la cabeza –dijo solamente Marta asiendo el bolso. Al parecer los otros percibieron lo que tenía y recularon-. ¡Doctor!
Todos los “invitados” intercambiaron una mirada. Algo estaba claro. No se iban a ir de allí sin realizar una ceremonia en la que los unirían “hasta que la muerte los separe"
-Doctor, esto es muy raro.
Estaban metidos en sendos vestidores quitándose los incómodos trajes de ceremonia y poniéndose la ropa que llevaban antes de aparecer allí que, curiosamente, estaban allí cuidadosamente dobladas.
Martah Jane salió del probador tirando el vestido de novia al suelo y esperando a que el Doctor saliera. Tardó cinco minutos más. Estaba jugando con la boina sónica.
-Bueno –dijo antes de accionar por última vez su sombrero-, aquí hay gato encerrado. Es curioso, una vez conocí a unas gatas muy majas que…
-Doctor…
-En fin. Algo raro pasa aquí. ¿Por qué tendrán ese afán por casarnos?
-Las bodas son felices.
-No, no todas. Hay una que se celebrará la primera semana de octubre de 2011 que…
La puerta se abrió de golpe. Ambos miraron hacia allí. El alienígena que vestía la sotana se encontraba en el umbral.
-La ceremonia ha de continuar.
-Que ya le hemos dicho que no queremos casarnos. Mire que es cansino.
-La ceremonia ha de continuar.
-Doctor, creo que esto va a acabar mal.
-Sí, yo también
-La ceremonia ha de continuar.
-¡Rápido! Al probador.
-¡No hay escapatoria!
-¿Qué cree que estuve haciendo? ¿Jugar con la boina? Bueno, sí, eso un poco también. ¡Estuve buscando la manera de escapar!
-¿Y cuál es?
El Doctor la miró, se abrazó a ella y accionó la boina. Los probadores se vinieron abajo encima de ellos.
Los alienígenas corrieron hacia los paneles del vestidor y los apartaron rápidamente. Allí abajo no había nada, tan sólo un agujero en los paneles metálicos que componían el suelo. Se asomaron. Al fondo, a unos diez metros, El Doctor y Martah habían caído en una sala y seguían yaciendo en el suelo, al parecer inconscientes. Salieron del vestidor y se apresuraron a ir a buscarlos.
El Doctor Serio abrió un ojo. Miró hacia arriba y vio que no había nadie. Se levantó y se dirigió hacia el centro de la sala mientras tocaba el botón de su boina. Las luces se encendieron completamente y Martah, que se estaba levantando de la placa de metal, se quedó cegada unos instantes. Cuando abrió de nuevo los ojos, pudo contemplar que se encontraban en una especie de sala de mandos. En el centro de la sala había un ordenador gigante que el Doctor Serio se dedicaba a manipular con maña a la par que encendía la boina de vez en cuando.
-¡Por el planeta BLEM STEBN, en la Galaxia SLVM T5! ¡Ya sé quiénes son!
-¿Quiénes?
-Los Sentraxi.
-¿Los qué?
-Sentraxi. Devoradores de sentimientos. Te absorben la energía vital mediante los sentimientos fuertes… ¡Ahora todo tiene sentido! –Martah lo interrogó con la mirada- Las bodas, generalmente, son un cúmulo de pasión, tristeza, alegría, emoción, melancolía… ¡Un verdadero festín para los Sentraxi!
-¿Es por eso por lo que nos quieren casar?
-En efecto. Lo que no entiendo es cómo nos absorbieron de la TARDIS…
-¿Cómo sabías que aquí había todo esto?
-Escaneé todo el edificio con la boina. Descarga la información directamente a mi cerebro, por eso es tan cómoda. Tuve un destornillador, pero me daba pereza leerlo.
-Oh, por qué no lo sospeché…
-Tampoco he localizado la TARDIS, estará escondida en algún…
Fuertes golpes en las paredes interrumpieron al Doctor Serio. Ambos miraron hacia las puertas, con preocupación, y vieron cómo comenzaban a salir chispas. Estaban cortándolas.
-¿Estamos seguros?
-Sí, unos minutos. Bloqueé todas las puertas, pero necesito saber dónde está la TARDIS.
-¿Por qué te abrazaste a mí antes para caer?
-¿A qué viene esto?
-Porque ahora que han estado a punto de casarnos, como comprenderás, no es que me haga mucha gracia.
-Para que cayeses encima de mí… Aún me duele todo. Creo que tengo la columna enredada… ¡La encontré!
-¿Dónde está? ¿Por qué pones esa cara?
-Está… Está dentro del ordenador. Son datos.
-¿Cómo cómo?
-Sí… Ay, mi máquina hecha bytes…
-¿La puedes sacar?
-Sí, pero tardaré un poco…
Las puertas se vinieron abajo. Había cuatro, una en cada punto cardinal. Por ellas comenzaron a entrar decenas de Sentraxi en pares, formando un círculo alrededor del ordenador y de Martah y el Doctor.
-Creo que deberías sacarla ya…
-OS CASARÉIS –dijeron todos a la vez. Empezaron a repetir esto mientras entraba de nuevo el Sentraxi que había estado a punto de casarlos.
-Como veis, no hay escapatoria. La ceremonia habrá de continuar.
-¡Creo que no! –exclamó el Doctor tecleando mientras se acercaba a Martah. Susurró-: distráeles.
-OS CASARÉIS.
-Eh, eh, eh, eh. Quietos. ¿Que nos vamos a casar? Vosotros no sabéis quién soy yo. ¡A mí los extraterrestres me temen! Me he cargado decenas de ellos con una simple varita de metal. ¿Qué os pensáis que voy a hacer con vosotros? Pues con vosotros voy a usar el bazo…
Hubo un flash de luz y Martah sintió pasar todo lo que había ocurrido hasta entonces por delante de sus ojos; como si estuviese rebobinando su vida.
Despertó tumbada de nuevo sobre el suelo de la TARDIS. El Doctor estaba de pie, junto a la consola de control.
-¿Lo recuerdas? –preguntó.
-Vagamente… ¿Qué hiciste?
-Básicamente, abrí el vórtice del tiempo de la TARDIS. Nos reconoció y nos trajo aquí de vuelta, antes de ser absorbidos. Los Sintraxi están perdidos en el tiempo. Nosotros, por así decirlo, no nos hemos movido.
-Pero, lo recuerdo todo…
-Hemos creado una línea temporal alternativa. Ahora, como eres una viajera del tiempo puedes recordarlo todo… ¿Próximo destino?
-No sé si me apetece decidirlo ahora –un escalofrío le recorrió la espalda mientras pensaba en los Sentraxi, perdidos en el tiempo.